Érase una vez una reina y un rey que reinaban en un
antiguo y lejano reino, de esos reinos ya olvidados por nosotros. Vivían
felices y enamorados, procurando
gobernar con justicia, bondad y sinceridad sobre su pueblo, que sin duda
les amaba por ello. Se sentían afortunados gracias a su trabajo y por tener un
pueblo tan agradecido en un país tan lleno de belleza y felicidad, pero aún así
sentían que algo les faltaba, tener descendencia. Deseaban tener un hijo y no
fue hasta que tuvieron a su pequeña princesa cuando su vida pasó estar
completamente llena de felicidad. La pequeña princesa llenó el hogar de los
reyes de dicha y su vida desde entonces se volcó en educarla con todo el cariño
posible y en un ambiente de felicidad absoluta. Así creció la princesa, tuvo
una infancia maravillosa en palacio, rodeada por el afecto de sus padres, su
familia y sus amigos. Su niñez transcurrió entre una mezcla de diversión y
educación, en la que siempre mostró una inteligencia sin igual en todo el
reino.
Así fue hasta que la princesa cumplió la mayoría de
edad. Sus padres le hicieron tres importantes regalos ese día, una pequeña
llave de plata, símbolo del amor de sus padres por ella, un delicado amuleto
circular que simbolizaba la sinceridad que siempre habían tenido los reyes con
su hija y que era lo que más valoraban y por último un precioso anillo para
utilizar el día de su boda. Todos ellos iban unidos en una delgada pulsera
plateada.
Ese año se celebraba el campeonato de ingenio del
reino y por fin la princesa podría participar. Este campeonato era muy
prestigioso en todo el reino e incluso en otros reinos vecinos y reinos más
allá de los mares. Gentes de infinidad de lugares venían atraídos por el
acontecimiento, bien para participar en él o simplemente para poder ser
espectadores de la pruebas. La princesa estaba muy nerviosa por ser la primera
vez que participaba y aunque no pensaba en ganar, ya que era muy joven y entre
los participantes se encontraban las personas mas sabias del reino, sentía
dentro de su corazón que podría hacer un buen papel en el torneo. Sus padres
tenían puestas muchas esperanzas en ella y acudieron al torneo con la máxima
ilusión del mundo.
El torneo transcurrió durante todo el día y la
princesa fue resolviendo pruebas de ingenio cada vez más difíciles ante el
creciente entusiasmo de la gente. Así llegó hasta la última prueba, donde
tendría que resolver un acertijo antes que su rival, un odioso príncipe de un
reino vecino al suyo.
Escuchó atentamente al juez cuando pronunció el
último de los acertijos.
-
Si me nombras,
desaparezco ¿Quién soy? - Dijo con voz hueca y solemne.
El príncipe no paraba de pensar en voz alta, era
tan dicharachero que no conseguía nunca concentrarse en la solución, iba
descartando en voz alta una respuesta tras otra y fue por esto que no consiguió
hallar la respuesta al acertijo. Mientras, la princesa pensó y pensó sin
encontrar el resultado, casi había perdido la esperanza cuando en mitad de la
desesperación deseó en su cabeza que el príncipe guardase silencio para poder
concentrarse más. Y entonces, sus ojos se abrieron como platos y supo la
respuesta de inmediato.
-
¡El silencio!
- gritó ante la atenta mirada del odioso príncipe, que por primera vez y con la
boca abierta guardó silencio.
Todos los asistentes contuvieron la respiración, ni
que decir tiene que preferían que ganase la princesa, hasta que el juez dio por
valida la respuesta. Entonces estallaron de júbilo, todos menos el odioso
príncipe, que no se podía creer que hubiese perdido. Ardía de rabia y de celos
contra la princesa y ya mascullaba su venganza por haberle arrebatado el
trofeo.
Mientras tanto la princesa ya recogía su trofeo
como campeona. Estaba desbordada de alegría y fue a celebrarlo junto con sus
padres y amigos con rapidez. Esa noche se celebró una gran fiesta en palacio en
honor a la princesa, donde se cantó, se bailó y las risas se escucharon en
abundancia. En todo el reino se celebró la victoria de la joven princesa y
todos disfrutaron de la fiesta hasta la salida del sol. Todos, menos el odioso
príncipe, que aprovechó el momento festivo en el que todos estaban distraídos
para colarse en el palacio. De puntillas, entró en las habitaciones de la
princesa y en un cajón de su cómoda guardó un papel arrugado, después salió del
palacio y esperó pacientemente hasta la mañana siguiente.
Cuando los gallos cantaban y el sol asomaba sus
primeros rayos, el odioso príncipe se presentó en palacio pidiendo ver a los
reyes. Estos, a pesar del cansancio de la noche festiva, lo atendieron. Este se
mostró más humilde y complaciente de lo que nunca se había mostrado ante los
reyes y acusó a la princesa de haber hecho trampas en el torneo. El rey montó
en cólera y a punto estuvo de mandar expulsar del país al príncipe, pero como
creía ciegamente en la sinceridad de su hija, se dispuso a escucharlo.
-
Si tan seguros
están sus majestades - dijo el odioso príncipe adornando los oídos de los reyes
- de que su hija no ha hecho trampas, entonces no pierden nada por comprobar el
primer cajón de su cómoda, donde con seguridad no hallarán nada que haga dudar
de la princesa.
Los reyes, que confiaban de pleno en su hija,
fueron de inmediato a la habitación de su hija para demostrar que el odioso
príncipe se equivocaba, pensando en que con esta acusación falsa por fin
tendrían un motivo para expulsarla del país. Una vez en la estancia de la
princesa, abrieron el primer cajón de la cómoda tal y como había dicho el
odioso príncipe y en el encontraron un papel doblado y arrugado. Mirándose con
temor, los reyes desdoblaron el papel y en él encontraron todas las respuestas
del torneo.
El suspiro de incredulidad y sorpresa de sus padres
despertó a la princesa, que aún dormía. Se acercó a ellos y cuando estos le
enseñaron el papel, no supo que decir. No entendía nada, ella no había hecho trampas
y así se lo hizo saber una y otra vez a los reyes, pero estos, dolidos en lo
más hondo de su corazón por lo que pensaban era una traición de la sinceridad
de su hija, no pudieron creerla nunca más.
El rey montó en cólera y viendo dañado el honor del
odioso príncipe solo se le ocurrió una manera de reparar este honor. Su hija
tendría que casarse con este odioso príncipe. La princesa gritó y lloró de
rabia y se negó a hacerlo, pero su padre le hizo saber que no había otra
opción.
La princesa pensó en la forma de librarse de
aquella boda, pero no se le ocurría ninguna manera de hacerlo. Sin embargo, se
le ocurrió una manera de retrasarla y quizás así su padre se olvidara de ella,
pensó.
Le pidió a sus padres tres vestidos para la boda
como regalo de pedida, uno de color oro, tejido con hilos de oro traídos de los
cuatro confines del mundo y tan bello que restaba protagonismo al mismo sol;
otro de hilos de plata, brillante e hipnotizador como la misma luna llena; y el
último del color de las estrellas, bordado con hilos de platino y diamantes
extraídos de las selvas más recónditas del planeta. Solo así, aceptaría
casarse, dijo.
Los reyes, queriendo complacer a su hija se
pusieron manos a la obra y al cabo de dos largos años, tanto los vestidos como
los preparativos para la boda estaban preparados.
-
Aquí tienes
tus vestidos - Dijo el rey a la princesa - Son tal y como pediste, así que, ¿te
casarás entonces?
La princesa, que ya pensaba que había retrasado la
boda gracias a su astucia y seguía sin querer casarse, no encontró otra manera
de retrasar la boda que no fuese pidiéndole otro regalo a sus padres. Así que
esta vez le pidió un nuevo regalo a los reyes, esta vez un regalo de boda.
-
Me casaré,
pero necesitaré un abrigo para la boda. Un abrigo hecho con todas las pieles de
animales del mundo. Solo así me casaré.
El rey, dispuesto a que su hija se casase, envió a
sus mejores sastres por todo el mundo para conseguir esas pieles y al cabo de
más de dos años, el abrigo ya estaba confeccionado. Era un abrigo realmente
raro que le llegaba hasta los pies, de mangas largas y enorme capucha,
fabricado con multitud de pieles diferentes.
-
Aquí tienes tu
vestido - Dijo entonces el rey a la princesa. - Es tal y como pediste. El
siguiente jueves de luna nueva, se celebrará la boda ¿Te casarás entonces?
La princesa, sintiéndose derrotada, contestó que sí
a su padre. Se casaría por fin con el odioso príncipe.
Sin embargo, esa noche la princesa resolvió que no
podía acudir a aquella boda y decidió huir. Por la noche y saliendo de
hurtadillas a través de las murallas del palacio, huyó a través de los bosques
llevándose con ella tan solo los tres vestidos que había ganado en el concurso,
el regalo que le habían hecho sus padres y el abrigo fabricado con multitud de
pieles de diferentes animales que pensó que la ayudaría a escapar a través del
bosque.
Durante días y días atravesó pequeñas aldeas,
llanuras y bosques huyendo del castillo. Vivía sola en los bosques, se
alimentaba de bayas y frutos del bosque o ingeniaba pequeñas trampas para cazar
animales. Por mucho que pensaba en como volver a convencer a sus padres de su
sinceridad para que no la casasen con el príncipe, nunca halló una respuesta y
al final acabó por dejar de preguntárselo. Evitaba a las personas, a las que
empezó a ver casi como a tramposos enemigos.
Pero, un día, estando sentada sobre una gran piedra
bajo un árbol, escuchó ruidos procedentes del camino. Afinando el oído no tuvo
dudas, se trataba de una partida de caza de, quizás, algún noble de la zona.
Asustada, corrió a esconderse en el hueco vacío de una vieja haya , deseando
con todas sus fuerzas que no la descubrieran. Pero la fortuna no le sonrió y
uno de los hombres que montaba un caballo negro la vio escondida en las
sombras.
-
¡Mirad allí! -
gritó a sus compañeros
-
¿Qué es? -
contestó otro
-
¿Es acaso un
oso? - Preguntó un tercero - ¿O un ser humano?
Intrigados y confundidos dudaron entre disparar sus
arcos y lanzas contra esa extraña criatura hasta que uno de los hombres a
caballo los hizo callar a todos y acercándose a la princesa se percató de que
era humana.
-
Por favor, no
me hagáis daño - Consiguió susurrar la princesa desde las sombras del árbol. -
Solo soy un animalito asustado que no os va a hacer nada, dejadme vivir.
-
¿Quién eres? -
Le preguntó el hombre que había acercado a ella.
-
No lo sé, no
lo recuerdo. Solo sé que me llamo Toda Clase de Pieles - Dijo recordando el
nombre con el que la conocían todos los habitantes del zona.
El hombre, que en realidad era un príncipe de otro
reino, viendo a esta joven extraña y asustada se apiadó de ella, les dijo a los
hombres que le acompañaban que la llevaran al castillo, donde la dieron de
comer y la dejaron quedarse como sirvienta en las cocinas.
De esta manera, Toda Clase de Pieles, pasó a servir
en las cocinas de este nuevo castillo. Allí aprendió a cocinar y aunque nunca
antes lo había hecho cuando era princesa y al principio no le hacía mucha
gracia, pronto se dio cuenta de que no se le daba nada mal. Aceptó aquella
nueva ocupación de sirvienta como una decisión que ella misma había tomado,
hizo amigos en el castillo y vivió buenos momentos allí. Así, aprendió a ser
feliz con esa nueva vida.
Pero al cabo de un tiempo viviendo allí, empezó a
tener un problema. Había visto al príncipe en varias ocasiones y se dio cuenta
de que se estaba enamorando de él. Le parecía una persona encantadora,
simpática, inteligente, guapa, en fin, todas las cualidades buenas que se
pueden encontrar en una persona. El problema era que por más vueltas que le
daba no sabía como darse a conocer como princesa, ya que tenía miedo a que al
decirle al príncipe que era una princesa, este la devolviese sin más a su
antiguo reino. Y por nada del mundo quería volver allí.
Después de mucho pensar en la manera de hablar con
el príncipe, la ocasión se le presentó cuando en el castillo se anunció que se
celebraría un gran baile en el que príncipe escogería una esposa. Un baile que
duraría tres días. Toda Clase de Pieles tuvo una idea y suplicó al cocinero que
le dejase acudir a este baile, aunque solo fuese un pequeño rato, pues según le
dijo nunca había estado en un baile de palacio y se moría de ganas por verlo.
El cocinero, conmovido por aquella súplica, aceptó la petición con una
condición.
-
Volverás aquí
a la hora justa para servir la cena para el príncipe.
Toda Clase de Pieles aceptó encantada y salió
corriendo hacia el pequeño cuarto donde vivía. Allí se quitó por primera vez en
mucho tiempo su abrigo de toda clase de pieles, se lavó, se peinó y se vistió
con su precioso vestido de color oro.
De esta manera se coló en el baile a través de una
discreta y secreta puerta y aunque en un primer momento el príncipe no se
percató de su presencia, pronto la vio y le pidió un baile. Este primer baile
pasó a ser un segundo y un tercero y así estuvieron toda la noche bailando sin
cesar. El príncipe quedó encantado con la simpatía, inteligencia y la belleza
de Toda Clase de Pieles, pero justo cuando el baile estaba a punto de
finalizar, se excusó y salió corriendo de vuelta a su habitación.
Una vez allí se tizno manos y cara y volvió a
ponerse su abrigo de toda clase de pieles antes de bajar a la cocina, donde
preparó la cena para el príncipe tal y como había prometido al cocinero, que ya
esperaba impaciente.
La cena consistió en un consomé y mientras se lo
subía a sus habitaciones, echó dentro una de las joyas que le habían regalado
ya hace tanto tiempo cuando era una princesa. Así pues, dejó caer dentro del
consomé una pequeña llave de plata.
Aquel consomé que Toda Clase de Pieles había hecho
con tanto amor, le supo a gloria al príncipe, mejor que ninguno que hubiese
probado antes y al ir a tomar la última cucharada vio la pequeña llave de plata
en el fondo del cuenco. Extrañado, la miró unos instantes y la dejó sobre la
chimenea.
Al día siguiente, todo transcurrió de la misma
manera que el día anterior. Toda Clase de Pieles suplicó al cocinero que la
permitiese ir al baile, este accedió con la misma condición y ella acudió por
la misma puerta, pero esta vez con el hermoso traje de color plata. Bailó con
el príncipe toda la noche, este quedó prendado de ella una noche más y justo
antes del término del baile se escabulló por la puerta secreta de vuelta a las
cocinas. Allí volvió a preparar el consomé para el príncipe con tanto o más
amor que el día anterior y volvió a subírselo a las habitaciones de este. Pero
esta vez, dentro del cuenco dejó caer el amuleto con forma de círculo que le
habían regalado sus padres.
El príncipe devoró una vez más el mejor consomé que
había tomado nunca y justo antes de la última cucharada, descubrió el amuleto
con forma de círculo en el fondo del cuenco. Esta vez, ante este hecho tan
raro, decidió bajar a la cocina donde preguntó al cocinero quien había hecho el
consomé. El cocinero, por temor a que algo estuviese mal y pudiesen echar la
culpa a Toda Clase de Pieles, contestó que lo había hecho él mismo. El
príncipe, desconfiando, dio por buena la respuesta y se fue de vuelta a sus
habitaciones sin dejar de darle vueltas a esta cosa tan rara.
Al día siguiente, era el último baile y todo volvió
a transcurrir de la misma manera, pero esta vez Toda Clase de Pieles se vistió
con el vestido de color de las estrellas y fue la reina del baile. Todos se
quedaron cautivados por su radiante presencia y más aún el príncipe, al que le
pareció estar bailando durante toda la noche con una verdadera diosa. Tal fue
así, que esa noche el príncipe no la dejó ni a sol ni sombra y siempre que esta
intentaba marcharse, este se lo impedía, entreteniéndola, haciéndola reír o
simplemente contándole cualquier animada historia. Toda Clase de Pieles, tan
enamorada como estaba del príncipe, no se dio cuenta cuando este con la
habilidad propia de un mago, la deslizó un anillo dorado en el dedo. Tan
fascinada estaba con el príncipe que casi se olvida de marcharse a las cocinas,
por fortuna pudo irse a tiempo, pero con tanta prisa que no se dio cuenta de
que llevaba puesto el anillo y solo le dio tiempo a ponerse el abrigo de Toda
Clase de Pieles encima del vestido, sin llegar a tiznarse ni las manos ni la
cara.
-
¡Rápido,
rápido! - Le dijo el cocinero de forma nerviosa. - Tienes que darte prisa y
preparar la cena del príncipe.
Así subió a llevar el consomé al príncipe y esta
vez en el cuenco echó el anillo que le habían regalado sus padres. Dejó el
cuenco en la mesa del príncipe pero esta vez este le ordenó que no se marchase,
que esperase a que se tomase la cena y así se podría llevar el cuenco vacío.
El príncipe se tomó la cena y cuando descubrió el
anillo justo antes de tomar la última cucharada, le preguntó a Toda Clase de
Pieles si sabía qué era aquello.
-
No lo sé,
majestad. - Contestó ella cabizbaja
-
¿Seguro?. -
Insistió el príncipe.
-
Si, majestad
-
¿Y sabes quien
a hecho este consomé?
-
No lo sé,
majestad. - Contestó Toda Clase de Pieles cada vez más nerviosa.
El príncipe entonces se levantó con el anillo que
había encontrado en la mano y acercándose a Toda Clase de Pieles le retiró la
capucha del abrigo de la cabeza dejando al descubierto su verdadero rostro, el
de la mujer con la que había estado bailando las tres últimas noches.
-
Este anillo es
el compañero de este otro que dejé caer en tu dedo. - Dijo el príncipe mientras
tomaba la mano de la princesa en la que esta tenía el anillo. - Tu eres la
mujer con la que siempre he soñado y me gustaría pasar contigo el resto de mi
vida. Me da igual que seas rica o pobre, cocinera o princesa ¿aceptas ser mi
esposa?
La princesa aceptó emocionada y le contó su
verdadera historia, el príncipe prometió ayudarla a reconciliarse con sus
padres y así pasaron el resto de su vida felices para siempre jamás.
Conclusión
El cuento va destinado a los niños entre 6-8 años,
los cuales muestran gran interés por actividades lúdicas como son los cuentos
folclóricos y fantásticos. Es un cuento corto que pueden comprender sin
problemas. También pueden llegar a empatizar con las emociones de los
protagonistas y así llegar a admirarlos o a odiarlos en el caso del odioso
príncipe. Creo que a muchos niños les gustaría vivir aventuras similares, de
ahí la importancia de mantener un tono realista con tintes mágicos.
A estas edades los niños muestran predilección por
finales felices, de los que pueden extraer pequeños detalles.
Elementos que he mantenido:
-
La
protagonista sigue siendo una princesa para mantener el aspecto mítico y mágico
de los cuentos folclóricos.
-
Tiene una
infancia feliz hasta el momento trágico en el que abandona el castillo.
-
El trabajo en
las cocinas del castillo como cambio de vida de princesa a sirvienta.
-
La doble
personalidad de la protagonista como princesa/Toda Clase de Pieles.
-
Los tres
vestidos de color oro, plata y del color de las estrellas y el regalo que
recibe de los padres sigue siendo tres objetos.
-
El baile tiene
el mismo formato y se desarrolla de la misma manera que en el original.
-
El desenlace
final del cuento, donde triunfa el amor.
Elementos que he cambiado:
-
El incesto
entre el padre y la princesa, ya que no me parece un tema adecuado para tratar
con los niños.
-
La muerte de
la madre, ya no se produce, aunque muchos cuentos incluyen una trama trágica lo
he modificado porque no creo necesario partir de un hecho tan traumático como
la muerte de una madre.
-
He incorporado
el personaje del odioso príncipe por dotar de una cierta personalidad al
príncipe con el que no quiere casarse la princesa.
-
Me ha parecido
adecuado añadir el concurso de ingenio para señalar la inteligencia de la
princesa y destacar así un aspecto importante de su personalidad, no solo su
belleza. Además utiliza esta astucia para luego enamorar al príncipe, con lo
cual creo que está en consonancia con el resto del cuento.
-
He cambiado
dos de los objetos que le regalan los padres para darle un toque más moderno y
dotarlos de cierto simbolismo. La sinceridad y el amor me parecen valores más importantes que la fe y la femineidad.